miércoles, 25 de febrero de 2015

Las mil y una noches (cuentos seleccionados)


"Los tres deseos"




Me han contado que hubo hace tiempo un hombre de suerte y buenas intenciones que, tras haber pasado toda su vida esperando que el Creador se dignara complacer sus deseos de hombre piadoso, se decidió a realizar un ayuno más estricto que de costumbre, para inclinar a su favor la voluntad de Alá.
Después del ayuno sintió dentro de sí un soplo vivificante y tuvo conciencia de que los favores de Alá habían descendido sobre él.
Embargado de emoción, llamó a su mujer y le dijo:
-         Escucha, mujer; he ayunado y me siento limpio de toda falta. Estoy convencido de que el Todopoderoso atenderá hoy todos mis ruegos. Te he hecho llamar para consultarte sobre las peticiones que debo hacer. Sé que eres prudente y lista, y muchas veces me he dejado llevar por tus indicaciones sin tener que arrepentirme.
-         Dime a cuántas peticiones tienes derecho – preguntó la mujer.
-         A tres.
-         Bien. Comienza por exponer ante Alá el primero de tus tres deseos. Tú sabes que la perfección del hombre reside en su capacidad de raciocinio. En consecuencia, cuanto más grande es su cabeza, más lugar hay en ella para alojar los pensamientos y más se aproxima a la perfección. Arrodíllate ante el Creador y pídele: “¡Oh, Señor, haz crecer mi cabeza hasta el límite de la inmensidad!”.
Apenas el hombre formuló este deseo, su cabeza empezó a agrandarse hasta que pareció un enorme globo terráqueo. Su peso era tan considerable que obligaba a su dueño a volver a acostarse en cuanto se levantaba y a volver a levantarse apenas se sentaba.
La mujer se sintió tan impresionada al verlo, que cuando el pobre hombre la llamaba para que lo ayudara a sostener el peso, huía gritando:
-         ¿Cómo quieres que permanezca yo a tu lado si pareces un monstruo? Esa bocaza tuya es una oscura caverna y, si la abres delante de mí, temo caer en ella y perderme para siempre…
-         Pero… - gemía el infeliz – esto es obra tuya! ¿Qué voy a hacer ahora?
-         Suplica al profeta. Por Alá, que para el poco raciocinio que tienes, no necesitas tanta cabeza. Y yo no te he dicho que pidieras tanto, sino lo justo. Te quedan aún dos deseos. Ruega al cielo que te achique esa cabeza…
Al instante voló la cabeza de encima de sus hombros y pareció un decapitado en vida.
Su mujer, al verlo, comenzó a quejarse y a decirle que con esa figura ella no se animaría a acompañarlo ni hasta la puerta de calle por temor a convertirse en el hazmerreír del barrio, y que sin duda lo llamarían “el hombre que perdió su cabeza”.
El hombre se sintió otra vez muy adolorido, y le reprochaba a su mujer:
-         Todo esto ha pasado por tu culpa. Yo tenía derecho a realizar ante Alá tres peticiones y podía haber elegido cuanto quisiera entre los bienes de este mundo, o los de otro. ¡Ahora estoy peor que antes! Pero me queda todavía el derecho de hacer una tercera petición, y esta vez no voy a consultarte.
Y prosternándose ante Alá pidió:
-         Señor, olvídate de cuanto he pedido y devuélveme lo que tenía antes de toda esta locura.
Alá escuchó su ruego y el hombre volvió a tener la cabeza que siempre había tenido y que no habría perdido si no lo hubiera impulsado su loca ambición.
Y creo que no es necesario decir que la moraleja del cuento se resume así:
“ES PRECISO QUE TE CONTENTES CON LO QUE TIENES”.





"Bahlul, el bufón del rey"





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